miércoles, 28 de julio de 2010

Pequeña Miss Sunshine

 

 'Pequeña Miss Sunshine', dando ejemplo

Un fotograma de Pequeña Miss Sunshine
Sinceramente, esperaba muy poco de ‘Pequeña Miss Sunshine’. Me había alcanzado la habitual desgana tan típica y lógica que se produce cuando ves una serie de películas con rasgos similares que resultan ser tan aburridas como tópicas y, lo peor, pretenciosas. Sin embargo, a la salida de la sala, tras disfrutar inesperadamente con esta adorable ‘Pequeña Miss Sunshine’, me inundaba esa sensación tan extraña que te hace respirar de otra forma, contemplar las cosas desde otro enfoque, me sentía tan entusiasmado como los protagonistas de la película. No dura mucho, desgraciadamente, pero eso ya es otra cuestión. Lo que importa es que ‘Pequeña Miss Sunshine’ es una comedia vitalista contagiosa, con un estupendo guión que intenta alejarse de lo que se ha hecho últimamente, y eso es muy de agradecer.
‘Pequeña Miss Sunshine’ (‘Little Miss Sunshine’) se centra en los Hoover, una familia de lo más particular compuesta por el abuelo drogadicto, el padre que ha creado un curso sobre cómo tener éxito y no ser un fracasado, la madre que hace de “puente” de todos, el tío (hermano de ella) que se recupera de un intento de suicidio al ser abandonado por su novio, el hijo adolescente que lee a Nietzsche y se niega a hablar hasta que no sea piloto (pero escribe mensajes en una libreta), y la hija pequeña Olive, gafotas y con barriguita, que quiere ser una joven belleza. Un golpe de fortuna hace que Olive sea invitada a participar en el concurso de ‘Pequeña Miss Sunshine’ en California, por lo que toda la familia Hoover, por diferentes razones, tendrán que acompañarla, subidos a una destartalada furgoneta que sólo causará problemas.
Recuerdo que cuando vi el trailer de esta película tuve una reacción muy similar a la que argumenta mi compañero Red en su crítica, calificándola de pequeña (por el título, claro); a diferencia de él, como ya digo, sólo lo pensé antes de verla. Después, sólo puedo considerar a ‘Pequeña Miss Sunshine’ una película grande, un film ejemplar en muchos aspectos y que todos esos realizadores tan similares a Wes Anderson (de los pocos que aún mantienen coherencia y estilo propio haciendo películas de este tipo) deberían visionar repetidas veces, interiorizando una idea fundamental: lo importante es cómo cuentas una historia. Resulta excelente el tratamiento que dan en ‘Pequeña Miss Sunshine’ a las rarezas humanas, a esos personajes inadaptados que tratan sin posibilidad alguna, consciente o inconscientemente, de ser como los demás. A diferencia de otras películas, de bajo nivel, donde la ‘gracia’ está en reírse con las particularidades (anormales) de los personajes y ver lo torpes que son, aquí los protagonostas son personajes ‘raros’ pero tanto como podría serlo cualquiera de nosotros. Y la narración se preocupa de que así se vea desde el principio, posándose la cámara de forma que el espectador reconozca situaciones cotidianas, por mucho que estén teñidas con el color de la ficción. ¿Quién no tiene comportamientos que provocan una reacción de extrañeza en la persona que tiene delante? ¿Y quién no oculta comportamientos con lo que se siente cómodo por estar frente a personas que sabe que le rechazarían si lo supieran? Pues claro, todos. No me extraña en absoluto (ahora, claro) los premios recibidos en Sundance y San Sebastián. Partiendo de un magnífico guión de Michael Arndt, al que sólo se me ocurre criticarle un desenlace un tanto brusco (que, bien pensado, puede ser culpa del montaje) y un escaso desarrollo de algunas situaciones puntuales (que, de nuevo, pueden ser culpa del montaje), los directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, despliegan una envidiable historia, emocionante, trágica, divertida, como la vida misma. Todo ello gracias a un ritmo sensacional, que nunca decae, tranquilo pero nunca lento, rápido cuando es necesario y pausado cuando toca. La música siempre tiene un papel fundamental en este sentido y sólo cabe aplaudir, al igual que en el apartado del montaje, que, salvo las dudas planteadas más arriba, ayuda mucho a contar una película que, en manos equivocadas, podía haber resultado lentísima y soporífera.
Una imagen de Pequeña Miss Sunshine 
Pero si algo destaca por encima de todo en ‘Pequeña Miss Sunshine’ es su reparto y lo extraordinariamente bien que están todos. La familia Hoover está interpretada por Alan Arkin, en el papel del abuelo drogadicto que se encarga de enseñar a la pequeña el baile que debe realizar en el concurso que da título a la película (un baile, por cierto, impagable que provoca incluso ganas de unirte a la fiesta); Greg Kinnear, como el padre de la familia, el único que se engaña a sí mismo pensando que aún está del bando de los ganadores, de los triunfadores, tratando de ‘contagiar’ al resto de su familia, pero rindiéndose, poco a poco, inevitablemente, a su verdadera realidad; Toni Collete, como la madre de la familia, el polo opuesto al personaje de Kinnear, y el verdadero soporte donde se apoyan los demás, es el pegamento que une la familia; Steve Carell, que hace del hermano gay del personaje de Collete, que se recupera de un intento de suicido en el seno de esta familia tan particular, aportando sus rarezas individuales pero, sobre todo, un punto sarcástico sensacional (de hecho, este personaje es uno de los que más carcajadas provoca, por la extrema facilidad de Carrell para la comedia, como ya ha venido demostrando anteriormente); Paul Dano, en un papel que podía caer muy mal, por ser uno de esos adolescentes cabreados que no quieren relacionarse con nadie, pero que cae muy bien, por esa cercanía que emite el guión, a la que me he referido antes, y que hace que todos los personajes nos parezcan casi como sacados de nuestra propia familia, llegando, en el caso de Dano, a un punto cumbre en la escena en que sale de la furgoneta y… vale, vale, me callo; y, por último, la pequeña Abigail Breslin, una niña tremendamente encantadora, todo un acierto de casting (todos los actores son un acierto, pero en este caso aún más) que provoca la sonrisa en el espectador cada vez que aparece en escena, resulta imposible no querer darle el premio del concurso final, más aún cuando se ve lo que tiene preparado. Si hubiera un Oscar al mejor reparto, en conjunto, se lo tendrían que dar, sin discusión, a ‘Pequeña Miss Sunshine’. En resumen, ‘Pequeña Miss Sunshine’ es un alegre y divertido cuento sobre un grupo de inadaptados que focalizan sus esperanzas en la participación de la más pequeña en un concurso de belleza y talento infantil, todo un símbolo de lo más repugnante de esa sociedad tan perfecta y maravillosa a la que todos “debemos” pertenecer si no queremos ser etiquetados como fracasados. Una película ejemplar que no debería perderse nadie. Si no puede ser en un cine, siempre está el DVD.    Juan Luis Caviaro    fuente

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